miércoles, 9 de diciembre de 2009

INTERNET

Para quienes tenemos menos de 25 años es difícil imaginar la vida sin Internet, hace poco, por ejemplo, Internet hizo posible que pudiera pasar la navidad con amigos a miles de kilómetros de donde vivo.

Viajemos en el tiempo a la década de los 50 y recordemos el escenario sociopolítico de aquel entonces: la URSS y los EE.UU.: enfrascados en la Guerra Fría, en la que cada uno buscaba lograr ventajas tecnológicas y militares antes que el otro.

Con estas bases, se llevo a cabo un proyecto de red de computadoras, que tomo el nombre de ARPAnet, y cuyo primer enlace se estableció el 21 de noviembre de 1969 entre la Universidad de California de Los Ángeles y la Universidad Stanford.

Internet pudo haberse limitado a la comunicación militar, y al principio fue así; pero, afortunadamente para muchos de nosotros, no por tanto tiempo.

Mas tarde se reprodujo en Inglaterra el modelo del Proyecto Gutenberg, cuando se creo la primera red internacional de paquetes conmutados IPSS que, para 1981, ya se había expandido por Europa, los EE.UU., Canadá, Hong Kong y Australia.

Desde luego, había mas sistemas de hipertexto funcionando en esa época, pero el sistema WWW presentaba algunas diferencias importantes, como el empleo exclusivo de enlaces unidireccionales, lo que significa que el usuario podía ligarse a la información sin necesidad de ninguna acción del dueño del recurso.

El punto es que un año después del lanzamiento de la primera versión del navegador Netscape, en 1994, Microsoft lanzo al mercado Internet Explorer, en la versión Windows 95.

Así, intentando salvar su primer navegador, Netscape desarrollo de Mozilla. América Online también colaboro en el desarrollo de Netscape y lanzo las versiones posteriores, basadas en el proyecto Mozilla.

Ciertamente, Internet marco el inicio de una nueva era, sin duda, ha contribuido bastante al mundo de las letras; nunca en la historia se ha leído y escrito tanto como en nuestros días. Decía Sócrates que escribir no permitía interactuar de inmediato con un interlocutor, por ello jamás escribió una letra.

CAPITUOLOS 22, 23 Y 24

El salón había sido transformado como por arte de magia en un elaborado bosque encantado, con bonitos esqueletos del Día de Muertos mexicano colgados de enormes árboles muertos que alcanzaban los altísimos techos, envueltos todos en miles de luces parpadeantes, espejo de las diminutas azucenas estrelladas blancas que Charlotte se había colocado entre sus negros mechones. Era más espectacular de lo que jamás podría haber imaginado. No podía creer que se encontrara a un paso de hacer realidad sus sueños más salvajes.

Echó un vistazo a la atracción de la casa encantada y se fijó en una chica vestida de reina del baile muerta que esperaba a entrar. Charlotte observó cómo se dirigía a los demás de la cola, todos muy agarraditos y, por lo que se veía, interesados únicamente en arrastrar a la oscuridad a sus respectivas parejas.

En un extremo de la atestada estancia divisó a Damen. Los cielos se abrieron y un rayo de luz celestial le iluminó, al menos eso le pareció. Allí estaba sentado, tan fino y galante como una estrella de cine, en un esmoquin negro y blanco, igualito al de su salva pantallas. Hablaba con su amigo Max y la pareja de éste inclinado hacia ellos con suma elegancia, como el modelo de un anuncio arrancado del mismísimo Vogue británico. Ella se quedó allí plantada un buen rato, disfrutando de la vista.

Charlotte lanzó un grito apagado al percatarse de que la miraba a ella —¡podía verla!— y tragó saliva para humedecerse la garganta, que se le había quedado seca y contraída por los nervios. Le saludó ligeramente con la mano para hacerle saber que lo había visto.
Es más, todas las miradas se posaron en ella cuando entró, como una joven estrella de los años cuarenta, enfundada en el mismo vestido que Charlotte había entresacado del vestidor la noche que se conocieron —un vestido vintage de chiffon azul noche hasta algo más abajo de la rodilla cosido con cristales Swarovski—. Llevaba los labios pintados de un clásico rojo anaranjado mate y su pelo negro recogido en un delicado moño.


Damen y Scarlet se decantaron por hacer algo que les gustase a ambos y echaron a andar hacia la cabina del pinchadiscos. Embutidos en el reducido espacio, escogían discos y reían y pinchaban música a un tiempo. Lo estaban pasando de miedo escogiendo temas anticuados de la selección de vinilos, que luego mezclaban con lo último de lo último que almacenaba Scarlet en su iPod.

Ambas sonrieron y se separaron a toda prisa, Charlotte al mando del cuerpo bonitamente ataviado de Scarlet para buscar a Damen, y Scarlet para inspeccionar la casa encantada.

Charlotte se sentía como en una nube mientras se abría camino entre la abarrotada pista de baile y se reunía con Damen en la cabina del pinchadiscos. El estimulante frenesí que le producía el mero hecho de encontrarse allí, de ser la protagonista del momento más memorable de su vida —y ahora, de su muerte— era casi insoportable. Era la razón por la que había vivido y la única y sola razón por la que había muerto, y allí estaba, sucediendo ante sus ojos.

Mientras bailaban, pasaron junto a las Wendys, que acechaban como halcones desde el perímetro de la pista de baile. Las dos enviaron al instante sendos SMS con foto a Petula, para informarla y aun para irritarla de esa manera pasiva-agresiva que era especialidad de ellas. Petula esperaba delante de su ordenador, y al abrir sucesivamente cada mensaje y jpeg, su rabia rayó lo psicopático.

De pronto, Scarlet se percató de que el aire que exhalaban los chicos vivos por nariz y boca era perfectamente visible, como si estuvieran en pleno invierno. La casa encantada se sumió en un silencio atroz y un frío sepulcral lo invadió todo. Scarlet sintió que se le encogía el estómago al divisar una peculiar silueta trayecto adelante.

De forma simultánea, Scarlet regresó a su cuerpo, que despertó con una sacudida en el instante en que Damen le plantaba un beso, el beso. A Damen le gustó la sacudida, que interpretó como resultado de la electricidad entre ambos, y tiró de ella hacia sí. Confusa y desorientada por completo, Scarlet le devolvió el beso. Por un segundo, cuitas, temores y preocupaciones se desvanecieron por completo. Cuando sus labios se separaron, Scarlet apoyó la cabeza en el hombro de él.

Scarlet se abrió camino entre la muchedumbre, se escabulló en la casa encantada y llegó en el momento en que el enfrentamiento entre Charlotte y Prue ganaba intensidad. Damen aún estaba algunos metros más atrás, retenido por un tropel de chicos que le aconsejaban que saliera corriendo en dirección opuesta. Y momentáneamente perdió de vista a Scarlet en el maremágnum.

Presa del miedo pero incapaz de apartar la vista, Scarlet se dio cuenta de algo más. Ponerse laca de uñas negra, medias de rejilla y siniestra vestimenta vintage, escuchar a lúgubres grupos indie y leer poesía romántica eran cosas que a ella le encantaban. Era la forma que tenía de definirse a sí misma y aun una forma de manifestar que no era otra pija mujer robot de instituto esperando la invitación a una fiesta o el reconocimiento de un tío bueno. Para ellos, sin embargo, aquélla no era una forma de expresar su individualidad, de manifestar que no deseaban pasar por el aro: aquélla era su realidad.


La aceptación de Charlotte por parte de Prue tuvo un efecto calmante, casi narcotizante, en todo y todos. Los chicos muertos, encantados con la tregua entre Prue y Charlotte, se desvanecieron. Los chicos vivos recuperaron el conocimiento y abandonaron la atracción, sin saber muy bien si habían estado soñado o es que los habían drogado.

Mientras subía los escalones, Scarlet buscó desesperadamente a Charlotte hasta que de pronto la localizó entre bastidores. Corrió hasta ella y las dos se quedaron allí plantadas mirándose la una a la otra. Scarlet levantó de inmediato las manos, más que preparada y dispuesta a entregarse por última vez. Pero Charlotte no asió las manos de Scarlet como solía. Le dio un fuerte abrazo en su lugar.

En el mismo instante en que Scarlet iba a ser coronada, Petula apareció como de la nada con un enorme aerógrafo turbo para bronceado. Alzó la pistola y disparó el chorro de bronceador pulverizado hacia Scarlet.

Petula gritó con tantas ganas que se le erizaron todos los pelos del cuerpo, hasta los teñidos del labio. Un guarda de seguridad contratado por Hawthorne High reparó en su comportamiento irregular e intentó apresarla. Para su sorpresa, ella saltó a sus brazos nada más verlo.

Damen se quedó mirando a Scarlet con ojos inexpresivos durante unos instantes, y luego dio media vuelta y, en silencio, se acercó a Charlotte. Ella abatió la cabeza, desconociendo lo que podría venir a continuación. El se quedó allí plantado durante lo que pareció una eternidad, mirándola y nada más. Luego, con delicadeza, Damen movió la mano hacia la barbilla de ella, como para levantarla. Charlotte alzó la cabeza muy despacio hasta que sus ojos se encontraron con los de él.

Los chicos muertos, también presentes en la coronación, empezaron a volverse visibles de nuevo, aunque en esta ocasión lucían birretes y togas de graduación. Aparecían recobrados, hasta el sanguinolento collar negro «CC» Chanel de CoCo se había metamorfoseado en uno de oro nuevo y reluciente.

A Charlotte la embargó una sensación de calma, como si todo estuviera en su debido sitio. La sensación del deber cumplido y de que había llegado el momento de mover ficha. Aunque le dolía en el alma tener que separarse de Scarlet, no pudo evitar sonreír al contemplarlos a todos allí bailando juntos. Habían vuelto a dejarla fuera, justo como en el laboratorio de física, pero eso había dejado de tener importancia para ella.

Al instante, uno de los focos que iluminaban la pista de baile empezó a brillar con una intensidad cegadora. Era como si una estrella del cielo se hubiese colado por la ventana y brillara ahora en el interior del salón. Pero ésta no pertenecía a ningún proyector. Prue agarró a Pam de la mano e instintivamente se volvieron hacia la luz en exultante anticipación. Todos los chicos muertos se unieron a ellas en línea, cogidos de la mano.

Con Brain a la cabeza, uno a uno caminaron hacia la luz, siguiendo el orden de su llegada a la asignatura de Muertología. Prue la primera. Charlotte la última. Cuando llegó su turno, echó la vista atrás, satisfecha, se retiró el birrete y lo lanzó al aire, y muy despacio se desvaneció en la acogedora luminosidad.
Se había ido.
Mientras miraba hacia lo alto, Scarlet vio la sombra del gorro solitario de Charlotte, que volaba hasta el techo. Era una señal que le enviaba Charlotte, y supo enseguida cuál era su significado: que estaba en un lugar mejor. Las dos lo estaban.


OPINIÓN CRITICA O COMENTARIO: bueno a mi me parecio un libro muy interesante, por esto nos enseña que no debemos renunciar a nuestros sueños.

¿En que se parece o relaciona la lectura con tu vida cotidiana?
Pues que hay que luchar por lo que se quiere y ama en esta vida, no importa el precio simplemente que puedas lograrlo a base de esfuerzos y sacrificios, porque en esta vida hay pruebas muy dificiles pero todo se puede lograr siempre cuando asi lo desees y enfrentar los obstaculos a como de lugar, me parecio un libro muy interesante porque a muchos de nosotros nos ha pasado que nos hemos enamorado y queremos llamar la atencion para que el chico que nos gusta nos haga caso, y pues estubo muy padre me encanto....

CAPITULOS 19, 20, 21

Charlotte y Scarlet estaban pasando un rato i en el dormitorio de Scarlet, pero por primera vez ambas sentían que vivían en mundos distintos. Scarlet estaba tirada en la cama, entre cojines de terciopelo arrugado oscuro, dibujando inocentes muñequitas de porcelana de ojos grandes y siniestros cuerpos desproporcionados, mientras que Charlotte se paseaba de un lado a otro como un tigre enjaulado.

Charlotte se levantó y se acercó al cartel del tour de Death Cab for Cutie que Scarlet tenía colgado en la pared. Tratando de sacar a Scarlet de sus casillas, deslizó los dedos por el filo, como si buscara hacerse un terrible corte con la hoja. A otros les hubiese costado seguir mirando, pero Scarlet no quería darle esa satisfacción.

A la mañana siguiente, Scarlet y Charlotte resolvieron poner en práctica su jueguecito en la piscina del colegio con tiempo, antes de que comenzaran las clases de Gimnasia. Las únicas luces que aparecían encendidas eran las que quedaban bajo el agua, de forma que los tímidos haces de luz se refractaban por el recinto de hormigón creando un marco de lo unís siniestro. Los vapores del cloro y el moho enrojecieron los ojos de Scarlet, aunque muy levemente.

Se sentó al lado de ella en la grada. La luz de la piscina despedía un resplandor sobrecogedor que los rodeaba como lava en la boca de un volcán. Las sombras de la ondulación del agua bailaban sobre el rostro de Scarlet hipnotizando a Damen, que se esforzaba por sacarse unas palabras de la cabeza y hacerlas brotar de su boca.

Ambos salieron disparados hacia el extremo opuesto ele la piscina, chapoteando con brazos y piernas. Él podía haber ganado fácilmente, pero no se trataba de eso. Charlotte nadaba con tanto empeño que aminoró, admirado por el espíritu competitivo y la determinación de ella, y ambos tocaron la pared al mismo tiempo.

Damen cerró los ojos. Scarlet le empujó juguetonamente contra la esquina y le plantó un potente beso en sus húmedos labios. Charlotte se acercó para besarle, pero la hermosura de sus rasgos la cogió desprevenida, y vaciló. Comenzó a besarle suavemente el cuello, ascendiendo despacio, provocándole, provocándose. Abrió los ojos para mirar sus labios antes de besarlos, pero le faltó poco para tragarse la lengua cuando vio a Prue flotando junto a la piscina.


El remolino aumentó su presión hasta que una ola se levantó sobre el bordillo, desbordó la piscina y fue a estrellarse contra el tabique que separaba la piscina del gimnasio. El torrente de agua hizo vibrar la pared, se filtró por debajo y entró en el gimnasio. Los chicos vivos que se encontraban en clase de Gimnasia repararon en la inminente inundación que avanzaba poco a poco hacia ellos y corrieron rumbo a las salidas.

Faltaba que el caos en el gimnasio llegara a oídos del director Styx, pero, entre tanto, éste afrontaba otro problema igualmente catastrófico: imponer un castigo a Petula por el incidente de Educación Vial.

Mientras él se aprestaba a evaluar los daños y un posible parte de heridos, Petula reparó repentinamente en Damen y Scarlet, que seguían abrazados, medio desnudos, si bien ya al menos fuera del agua.
Scarlet volvió la cabeza, incapaz de mirar a Charlotte a la cara, y siguió escurriendo su ropa. Al hacerlo, cayeron unas gotas ante el rostro de Charlotte, casi como si llorara, que era lo que más deseaba hacer en ese momento.


La lluvia inclemente atravesaba a Charlotte y se precipitaba al suelo mientras caminaba melancólicamente por la calle oscurecida lamentándose de su mala suerte. Deseó sentir la fría llovizna contra su cuerpo de nuevo, pero no podía. No era más que un recordatorio de que era tan hueca como la guitarra Ovation de Damen, y poco podía hacer ella ya para solucionarlo, ni ahora ni nunca. Nada podía tocarla, ni siquiera el chaparrón, pensó mientras vadeaba los charcos que se acumulaban. A decir verdad, Charlotte no tenía adonde ir, y no había dónde estar. No tenía hora de llegar a casa, ni nadie que la esperara despierto, ni aun necesidad de dormir.

El crepúsculo dio paso a la noche y la noche a la noche cerrada mientras ella proseguía sin rumbo por las gélidas calles bajo la atenta mirada de los gabletes que se alzaban majestuosos por doquier. De encontrarse solo en plena noche recorriendo penosamente oscuros callejones y bocacalles, otro no habría cesado de volver atrás la cabeza, pero lo único que podía temer Charlotte era la constatación de que sus sueños jamás se harían realidad.
Charlotte avanzó con sigilo hasta el pie de su ventana y lo vio allí, bañado por la luz de la luna, dormido en su cama doble. Podía ser que, como ella, necesitara aparcar los problemas, la confusión, y desconectar un rato. Una de las piernas le sobresalía de debajo de la sábana, una pierna desnuda, y podía entrever parte de sus boxers blancos bajo las sábanas verde militar.

Con el sol de la mañana llegaron los autobuses y los profesores y los estudiantes y las clases, y con el ruidoso ajetreo de los últimos rezagados, Charlotte despertó y cayó en la cuenta de que llegaba tarde a clase. Tenía el aspecto y la sensación de haber sido pisoteada por centenares de chicos vivos, como en efecto lo había sido. Se dirigió de inmediato al aula de Muertología, pero cuando llegó estaba vacía; todos se encontraban ya en el patio disfrutando del descanso, salvo Prue, a quien el profesor Brain había retenido.


Pareció que nadie reaccionaba igual al notición. Petula, que se encontraba en Expresión Oral leyendo ante toda la clase un artículo sobre «Cómo complacer a un hombre» sacado del último número de Cosmo, rebosaba de rencoroso placer ante la noticia.

El arreglo para vientos y timbales del Love Will Tear Us Apart de Joy División asaltó las clases de primera hora mientras la banda de música de Hawthorne High daba vueltas al edificio. Charlotte estaba muy por encima de todo ello, posada en una cornisa de piedra sobre la entrada. Al cabo de un rato divisó a Scarlet, que se aproximaba al edificio. Se apareció delante de ella y le dio un susto de muerte.

Lucinda, la profesora titular responsable del grupo de animadoras de Hawthorne High, se levantó inmediatamente para apoyar la propuesta de Scarlet. Era igualita que Dolly Parton, sin su talento, con una fabulosa pelambrera blanca, el rostro súper maquillado y unas larguísimas uñas pintadas de rojo chabacano.

Mientras todos aunaban esfuerzos con los preparativos para el baile en Hawthorne Manor, Petula y las Wendys aunaban los suyos para arruinarlo. Del dormitorio de Petula no brotaban maliciosos cotilleos. Estaban muy serias ellas, y era evidente que Petula empezaba a desquiciarse un tanto.

Scarlet decidió hacer otra intentona para investigar a Prue. Había llegado a la conclusión de que el saber es poder y quería estar preparada. Volvió a teclear «Prue», si bien en esta ocasión armada con la contraseña —«listoparaimprimir»— de su supervisor de prensa, el profesor Filosa, la cual había «obtenido» del cajón de su mesa.Esta panzada de autocompasión no era propia de Prue, pero estaba convencida de que con la nueva estrategia de celebrar el baile en la casa a fin de conservarla, y el asunto aquel del Beso de Medianoche, Charlotte los había arrastrado peligrosamente cerca del Olvido. Es más, se sentía por completo, o casi, incapaz de hacer nada para detenerlo.

CRITICA, OPINION O COMENTARIO: pues yo pienso que no hay que ser tan egoistas y compartir con otras personas, es mejor compartirlo que estar sola.

¿En que se parece o relaciona la lectura con tu vida cotidiana?
que no hay que pensar nada mas en nosotros mismos, hay que darle pauta a otras personas, todos tenemos las mismas capacidades y tambien podemos lograr todo lo que nos propongamos, cada dia mejorar siempre y cuando quieras hacerlo.

martes, 1 de diciembre de 2009

CAPUTILOS 16, 17 Y 18

Mientras se dirigía a la taquilla ataviada con una descolorida camiseta vintage de Suicide y cargando con una mochila de los Plasmatics, escrutó el pasillo en busca de Charlotte, cuya ausencia ya se hacía notar, pero sólo divisó a Damen, que esperaba apoyado contra una taquilla contigua.

Damen escarbó en el interior de su mochila y extrajo de debajo de su abrigo un CD pirateado de Green Day.

Ella abrió su taquilla, examinó detenidamente el portacedés personalizado que guardaba en la parte inferior y escogió uno para él.

Mientras se encontraban sumidos en su discusión musical, un reducido grupo de jugadores de fútbol se los quedaron mirando, y luego unas chicas se percataron de cómo éstos se fijaban en Scarlet.

No eran exactamente almas gemelas, pero no había duda de que cada vez se sentían más cómodos juntos. Scarlet resolvió dejarse llevar por la corriente, al menos hasta que ésta se precipitara en cascada al vacío. Se sacudió la ansiedad por el momento y aceptó reunirse con Damen algo más tarde para una sesión de tutoría. Sólo había un problema: no tenía ni idea de Física.

Ese mismo día, algo más tarde, Damen y Scarlet se encontraban en plena sesión de «tutoría» en la sala de música de Hawthorne, salvo que sus libros descansaban cerrados sobre el suelo mientras ellos intercambiaban frases a la guitarra. Levantaron la vista el tiempo suficiente para fijarse en que las chicas que se habían fijado en los jugadores de fútbol fijándose en Scarlet lucían ahora todas exactamente la misma camiseta de Suicide que ella, gracias a la tienda de camisetas indie que había pegada al instituto.

Scarlet salió del aula hacia la clase de Gimnasia recapacitando sobre si no estaría involucrándose demasiado. Decidió despejar la mente y disfrutar de esa pequeña pausa nada realista que consiste en dejarlo todo de lado para participar durante cuarenta y cinco minutos en un deporte de equipo obligatorio. Lo que más le fastidiaba era que la clase estuviera partida en dos, mitad principiantes y mitad veteranos; como si no fuera humillación bastante tener que cambiarte delante de los tuyos. Es más, con esa medida, el instituto estaba logrando introducir todo un nuevo nivel de humillación. Aunque ideada para salvar la brecha entre el cuerpo estudiantil, lo cierto era que sólo conseguía agravar el sentimiento de ineptitud terminal en lo que al cuerpo de los estudiantes se refería.

Petula no llevaba nada bien el salto a la fama de Scarlet en Hawthorne, pero se aferraba con rencor a la esperanza de que no fuera más que una moda pasajera y que la gente no tardaría en recuperar el sentido común. Ella había sido el modelo de belleza americana por excelencia durante los últimos cuatro años, y no iba a ceder su corona a nadie, menos aún a su hermana. Estaba acicalándose, como de costumbre, delante del espejito de su taquilla antes de ir a su siguiente clase, cuando apareció en el cristal el reflejo de un atleta ataviado con una nueva cazadora de fútbol de estilo gótico, toda negra con un círculo de halcones rojos a modo de logotipo. A continuación vio que se acercaban las Wendys. Tampoco ellas parecían haberse librado de la influencia de Scarlet.

En ese instante, Scarlet emergió del gimnasio y los vio discutir. Se escabulló a la vuelta de la esquina para poder observarlos sin ser vista. Petula prosiguió con su ultimátum, se arrancó la vieja cazadora del equipo de Damen y la arrojó contra él. A Damen la rabieta de Petula le resultó, por primera vez, más divertida que amenazadora. A Scarlet, que la conocía mejor, no.

En Hawthorne Manor ya corría la voz de que con Charlotte se podía contar cada vez menos. Para entonces era obvio que su obcecación y su absoluta incapacidad de renunciar a su «vida» habían hecho peligrar la misión de los chicos muertos. La casa estaba sobre el tajo y, que Prue supiera, también lo estaban sus cabezas.

Todos dejaron sus quehaceres cuando Charlotte entró en la habitación. En la clase de Muertología siempre hacía algo de frío, pero la fría espalda que ahora le ofrecieron los demás la dejó completamente helada.

A estas alturas, los demás se habían colocado a la espalda de Pam y escuchaban la conversación de brazos cruzados y con las cejas levantadas.

El dolor en la mirada de sus compañeros era evidente, pero Charlotte estaba decidida a exponer los argumentos, por duros que fueran, tanto para ella como para el resto.

La verdad atronó en los oídos de Charlotte. A Prue se le daba muy bien lo de estar muerta y controlaba a la perfección todas sus habilidades. No sufría ninguno de los conflictos internos que tenían a Charlotte estancada. Es más, Charlotte tenía la certeza, desde el instante en que la conoció, de que a Prue, de hecho, le gustaba estar muerta, si es que eso era realmente posible.

Aquella noche, la calle aparecía salpicada de charcos después de que un chaparrón de media tarde dejara su impronta en el exterior del Buzzard’s Bay Theatre. El reluciente asfalto negro era lo más parecido al charol que puede llegar a ser el asfalto, tanto que hasta podía leerse en él el turbio reflejo del rótulo «Death Cab» que ocupaba la marquesina de principios de siglo. Scarlet esperaba bajo la cubierta, ataviada con un minivestido vintage de color malva, sobre el que lucía un amplio jersey negro de lentejuelas, y sus botas moteras.

A ella le empezaba a reconcomer la culpa, pero no pensaba volver al lado de Charlotte arrastrándose como un gusano. Recogió el bolso de la mesa y, en ese instante, se percató de que en el interior el grupo tocaba I Will Follow You Into Ihe Dark, la canción que Damen había tocado con la guitarra.
El concierto pasó volando, mucho más aprisa que las dos horas que el grupo permaneció en el escenario; al menos eso le pareció a Scarlet.

La despedida fue breve y embarazosa, ninguno sabía si procedía un beso en la mejilla, un abrazo o un apretón de manos, y lo que debiera de haber sido un momento de ternura se transformó en una despedida de piedra-papel-tijera.

A la mañana siguiente, Scarlet se acercó a la taquilla de Damen para pegar en la puerta una nota de agradecimiento, pero se percató de que estaba abierta y decidió dejársela en el interior.

Pam observó desde lejos cómo Scarlet y Charlotte se reconciliaban y supo que Charlotte había vuelto a elegir a Scarlet antes que a ella, y a los vivos antes que a los muertos.

Era una tarde lúgubre y tormentosa y la sala de ensayos de la banda estaba preparada para el gran recital de otoño. Las gradas ocupaban todo lo largo y ancho de la sala, de modo que apenas quedaba espacio para pasar

Charlotte hacía lo posible para actuar con naturalidad, pero era evidente que ni siquiera sabía cómo coger una guitarra, y aún menos tocarla.

Se acercó más y la animó a que empezara. Sin saber muy bien qué hacer, ella echó mano del arco de un violín que había allí cerca y frotó las seis cuerdas como un dios virtuoso de la guitarra y el rock clásico.

Mientras Damen hojeaba por su cuenta la lección de Física, resultó evidente que ella le había impresionado.

Al día siguiente antes de clase, Charlotte introdujo a hurtadillas un pastelillo con carita sonriente en la taquilla de Damen. Cuando éste por fin la visitó y abrió la puerta, se quedó boquiabierto con el hallazgo del pastelillo, sólo que éste había sido «scarletizado» con un piercing facial, cuernos y una sonrisa malévola.

Damen volvió la cabeza y vio a Charlotte-convertida-en-Scarlet, que venía por el pasillo recién salida de su ritual de posesión matinal.

Opinión o critica: no hay que dejarnos llevar por las apariencias, y aceptar a las personas como son con sus defectos y virtudes, nosotros no somos quien para juzgar a los demás, y tratar a las personas aunque no nos caigan también, debemos darles oportunidad.

¿En que se parece o relaciona la lectura con tu vida cotidiana?
Esto lo vivimos dia con dia porque no hay personas, que no te juzguen por como eres, cada quien tiene su propia esencia y forma de ser y eso te hace ser una persona especial, unica e irrepetible, yo por acepto a las personas como son y aunque no me caigan tambien pues trato de sobrellevarlas, es parte de la tolerancia y respeto que tengas hacia los demás, pienso que eso te hace madurar como persona y ser mejor dia con dia.