miércoles, 9 de diciembre de 2009

CAPITUOLOS 22, 23 Y 24

El salón había sido transformado como por arte de magia en un elaborado bosque encantado, con bonitos esqueletos del Día de Muertos mexicano colgados de enormes árboles muertos que alcanzaban los altísimos techos, envueltos todos en miles de luces parpadeantes, espejo de las diminutas azucenas estrelladas blancas que Charlotte se había colocado entre sus negros mechones. Era más espectacular de lo que jamás podría haber imaginado. No podía creer que se encontrara a un paso de hacer realidad sus sueños más salvajes.

Echó un vistazo a la atracción de la casa encantada y se fijó en una chica vestida de reina del baile muerta que esperaba a entrar. Charlotte observó cómo se dirigía a los demás de la cola, todos muy agarraditos y, por lo que se veía, interesados únicamente en arrastrar a la oscuridad a sus respectivas parejas.

En un extremo de la atestada estancia divisó a Damen. Los cielos se abrieron y un rayo de luz celestial le iluminó, al menos eso le pareció. Allí estaba sentado, tan fino y galante como una estrella de cine, en un esmoquin negro y blanco, igualito al de su salva pantallas. Hablaba con su amigo Max y la pareja de éste inclinado hacia ellos con suma elegancia, como el modelo de un anuncio arrancado del mismísimo Vogue británico. Ella se quedó allí plantada un buen rato, disfrutando de la vista.

Charlotte lanzó un grito apagado al percatarse de que la miraba a ella —¡podía verla!— y tragó saliva para humedecerse la garganta, que se le había quedado seca y contraída por los nervios. Le saludó ligeramente con la mano para hacerle saber que lo había visto.
Es más, todas las miradas se posaron en ella cuando entró, como una joven estrella de los años cuarenta, enfundada en el mismo vestido que Charlotte había entresacado del vestidor la noche que se conocieron —un vestido vintage de chiffon azul noche hasta algo más abajo de la rodilla cosido con cristales Swarovski—. Llevaba los labios pintados de un clásico rojo anaranjado mate y su pelo negro recogido en un delicado moño.


Damen y Scarlet se decantaron por hacer algo que les gustase a ambos y echaron a andar hacia la cabina del pinchadiscos. Embutidos en el reducido espacio, escogían discos y reían y pinchaban música a un tiempo. Lo estaban pasando de miedo escogiendo temas anticuados de la selección de vinilos, que luego mezclaban con lo último de lo último que almacenaba Scarlet en su iPod.

Ambas sonrieron y se separaron a toda prisa, Charlotte al mando del cuerpo bonitamente ataviado de Scarlet para buscar a Damen, y Scarlet para inspeccionar la casa encantada.

Charlotte se sentía como en una nube mientras se abría camino entre la abarrotada pista de baile y se reunía con Damen en la cabina del pinchadiscos. El estimulante frenesí que le producía el mero hecho de encontrarse allí, de ser la protagonista del momento más memorable de su vida —y ahora, de su muerte— era casi insoportable. Era la razón por la que había vivido y la única y sola razón por la que había muerto, y allí estaba, sucediendo ante sus ojos.

Mientras bailaban, pasaron junto a las Wendys, que acechaban como halcones desde el perímetro de la pista de baile. Las dos enviaron al instante sendos SMS con foto a Petula, para informarla y aun para irritarla de esa manera pasiva-agresiva que era especialidad de ellas. Petula esperaba delante de su ordenador, y al abrir sucesivamente cada mensaje y jpeg, su rabia rayó lo psicopático.

De pronto, Scarlet se percató de que el aire que exhalaban los chicos vivos por nariz y boca era perfectamente visible, como si estuvieran en pleno invierno. La casa encantada se sumió en un silencio atroz y un frío sepulcral lo invadió todo. Scarlet sintió que se le encogía el estómago al divisar una peculiar silueta trayecto adelante.

De forma simultánea, Scarlet regresó a su cuerpo, que despertó con una sacudida en el instante en que Damen le plantaba un beso, el beso. A Damen le gustó la sacudida, que interpretó como resultado de la electricidad entre ambos, y tiró de ella hacia sí. Confusa y desorientada por completo, Scarlet le devolvió el beso. Por un segundo, cuitas, temores y preocupaciones se desvanecieron por completo. Cuando sus labios se separaron, Scarlet apoyó la cabeza en el hombro de él.

Scarlet se abrió camino entre la muchedumbre, se escabulló en la casa encantada y llegó en el momento en que el enfrentamiento entre Charlotte y Prue ganaba intensidad. Damen aún estaba algunos metros más atrás, retenido por un tropel de chicos que le aconsejaban que saliera corriendo en dirección opuesta. Y momentáneamente perdió de vista a Scarlet en el maremágnum.

Presa del miedo pero incapaz de apartar la vista, Scarlet se dio cuenta de algo más. Ponerse laca de uñas negra, medias de rejilla y siniestra vestimenta vintage, escuchar a lúgubres grupos indie y leer poesía romántica eran cosas que a ella le encantaban. Era la forma que tenía de definirse a sí misma y aun una forma de manifestar que no era otra pija mujer robot de instituto esperando la invitación a una fiesta o el reconocimiento de un tío bueno. Para ellos, sin embargo, aquélla no era una forma de expresar su individualidad, de manifestar que no deseaban pasar por el aro: aquélla era su realidad.


La aceptación de Charlotte por parte de Prue tuvo un efecto calmante, casi narcotizante, en todo y todos. Los chicos muertos, encantados con la tregua entre Prue y Charlotte, se desvanecieron. Los chicos vivos recuperaron el conocimiento y abandonaron la atracción, sin saber muy bien si habían estado soñado o es que los habían drogado.

Mientras subía los escalones, Scarlet buscó desesperadamente a Charlotte hasta que de pronto la localizó entre bastidores. Corrió hasta ella y las dos se quedaron allí plantadas mirándose la una a la otra. Scarlet levantó de inmediato las manos, más que preparada y dispuesta a entregarse por última vez. Pero Charlotte no asió las manos de Scarlet como solía. Le dio un fuerte abrazo en su lugar.

En el mismo instante en que Scarlet iba a ser coronada, Petula apareció como de la nada con un enorme aerógrafo turbo para bronceado. Alzó la pistola y disparó el chorro de bronceador pulverizado hacia Scarlet.

Petula gritó con tantas ganas que se le erizaron todos los pelos del cuerpo, hasta los teñidos del labio. Un guarda de seguridad contratado por Hawthorne High reparó en su comportamiento irregular e intentó apresarla. Para su sorpresa, ella saltó a sus brazos nada más verlo.

Damen se quedó mirando a Scarlet con ojos inexpresivos durante unos instantes, y luego dio media vuelta y, en silencio, se acercó a Charlotte. Ella abatió la cabeza, desconociendo lo que podría venir a continuación. El se quedó allí plantado durante lo que pareció una eternidad, mirándola y nada más. Luego, con delicadeza, Damen movió la mano hacia la barbilla de ella, como para levantarla. Charlotte alzó la cabeza muy despacio hasta que sus ojos se encontraron con los de él.

Los chicos muertos, también presentes en la coronación, empezaron a volverse visibles de nuevo, aunque en esta ocasión lucían birretes y togas de graduación. Aparecían recobrados, hasta el sanguinolento collar negro «CC» Chanel de CoCo se había metamorfoseado en uno de oro nuevo y reluciente.

A Charlotte la embargó una sensación de calma, como si todo estuviera en su debido sitio. La sensación del deber cumplido y de que había llegado el momento de mover ficha. Aunque le dolía en el alma tener que separarse de Scarlet, no pudo evitar sonreír al contemplarlos a todos allí bailando juntos. Habían vuelto a dejarla fuera, justo como en el laboratorio de física, pero eso había dejado de tener importancia para ella.

Al instante, uno de los focos que iluminaban la pista de baile empezó a brillar con una intensidad cegadora. Era como si una estrella del cielo se hubiese colado por la ventana y brillara ahora en el interior del salón. Pero ésta no pertenecía a ningún proyector. Prue agarró a Pam de la mano e instintivamente se volvieron hacia la luz en exultante anticipación. Todos los chicos muertos se unieron a ellas en línea, cogidos de la mano.

Con Brain a la cabeza, uno a uno caminaron hacia la luz, siguiendo el orden de su llegada a la asignatura de Muertología. Prue la primera. Charlotte la última. Cuando llegó su turno, echó la vista atrás, satisfecha, se retiró el birrete y lo lanzó al aire, y muy despacio se desvaneció en la acogedora luminosidad.
Se había ido.
Mientras miraba hacia lo alto, Scarlet vio la sombra del gorro solitario de Charlotte, que volaba hasta el techo. Era una señal que le enviaba Charlotte, y supo enseguida cuál era su significado: que estaba en un lugar mejor. Las dos lo estaban.


OPINIÓN CRITICA O COMENTARIO: bueno a mi me parecio un libro muy interesante, por esto nos enseña que no debemos renunciar a nuestros sueños.

¿En que se parece o relaciona la lectura con tu vida cotidiana?
Pues que hay que luchar por lo que se quiere y ama en esta vida, no importa el precio simplemente que puedas lograrlo a base de esfuerzos y sacrificios, porque en esta vida hay pruebas muy dificiles pero todo se puede lograr siempre cuando asi lo desees y enfrentar los obstaculos a como de lugar, me parecio un libro muy interesante porque a muchos de nosotros nos ha pasado que nos hemos enamorado y queremos llamar la atencion para que el chico que nos gusta nos haga caso, y pues estubo muy padre me encanto....

1 comentario: